Por Alejandro Arroyo
En la pasada entrega señalamos que «la Comunicación Política también tiene que ver con las conversaciones que generan los grupos de interés, los grupos de presión y los cabilderos o lobbistas en el territorio de las decisiones políticas (…) se trata de la manera en como individuos reunidos en agrupaciones buscan hacer valer sus puntos de vista y aspiraciones en el ámbito público a la espera de respuestas políticas a sus demandas».
A efecto de comenzar a perfilar el proceso de comunicación y de relación de los particulares con los tomadores de decisiones públicas, es necesario revelar un aspecto esencial sin el cual no se puede entender dicho proceso: el detonante de su accionar.
Un par de ejemplos sencillos. Empresas embotelladoras de refrescos un día amanecen con la noticia de que un legislador considera «necesario y pertinente, por el bien de las finanzas de la Nación y de la calidad de la salud ciudadana», aumentar el impuesto que aquellas pagan a la autoridad fiscal, lo cual, imaginemos, se traduce en un cobro multimillonario que, de prosperar como reforma de ley, significa un cambio estructural en la dinámica económica de ese sector.
Ante una situación de tal impacto, y proceso legislativo aparte (que será motivo de futuras entregas en este espacio), lo primero que tendrá que hacer el gremio refresquero será generar un encuadre de comunicación determinado que le permita al menos iniciar la conversación con los tomadores de decisiones legislativas.
¿Cuál es el detonante que lleva a la acción a los empresarios de este sector? Simple, el interés. La propuesta de reforma fiscal impacta sus recursos económicos.
Segundo ejemplo. En una vía de tránsito se ha vuelto lugar común que un día sí y otro también usuarios del transporte público que ahí circula son asaltados y robados de sus pertenencias sin que la autoridad haga algo por remediarlo. A pesar del natural descontento, los pasajeros «se acostumbran» y solamente apelan a la suerte como recurso metafísico para no ser las víctimas del momento. Pero un día la situación se sale de control, y en un forcejeo atípico entre un pasajero y el delincuente frecuente se detona el arma de éste último y mata por «accidente» a un menor de edad.
El evento hace estallar la indignación no solo de los pasajeros recurrentes de esa ruta sino que trasciende al grado de convertirse en un movimiento comunitario de protesta hacia las autoridades, al que se adhiere enérgicamente la ciudadanía de toda la región (ojalá así fuera en la realidad, pero…). ¿Cuál es el detonante que lleva a la acción a este hipotético grupo de personas espontáneamente organizadas? Igualmente, el interés. Este «movimiento» ve vulnerado un derecho fundamental que todo gobierno debe proveer a las personas: seguridad.
Ambos casos ilustran el motivo que fundamenta toda acción de los particulares en su relación con los poderes públicos: el interés. Y para tener a la mano una comprensión inicial de la manera en que éste se debe comunicar, es necesario distinguir los dos tipos básicos que originan esa acción: el interés material y el interés moral.
El caso de los refresqueros refleja el primero; el de la ciudadanía organizada, el segundo. Ambos válidos, ambos legítimos, pues en su opinión, la acción (en el primer ejemplo) e inacción (en el segundo) de los tomadores de decisiones públicas perjudica su situación.
Para la industria refresquera el legislador promovente de la reforma fiscal afecta sus recursos económicos y hasta humanos, y dado que es tangible y cuantificable el impacto, el móvil de este gremio es un interés material.
Por su parte, para la ciudadanía demandante de seguridad, y aunque son igualmente tangibles y cuantificables los impactos de la inacción de las autoridades, el motivo original, la causa, es moral, es decir, en el fondo se privilegia un deber ser de una acción de gobierno.
Todo lo anterior se encuentra más allá de contextos, razones y posiciones de las partes afectadas. Los casos expuestos son solamente muestras empleadas para comprender la distinción por la que se mueven los intereses de los particulares, ya que es precisamente a partir de dicha diferenciación por la que se comienza a elaborar el encuadre o modelo de comunicación política que aquellos deben implementar para entrar en una conversación pública y, por supuesto, en una que sea relevante y eficaz.
En próximas entregas seguiremos deshebrando la madeja.
México. Consultor político. Especialista en Relaciones Gubernamentales, Proceso Legislativo y Narrativa Estratégica