Por Alesandra Martin
En una comunicación de riesgo, el contenido de la información gubernamental no debe contener emociones positivas que inspiren hacia un futuro inmediato alentador.
Y no es porque se quiera infundir el miedo a la ciudadanía, o en algún caso, robarles la esperanza de que «todo va a estar bien». El tema es, que ante una crisis es imposible predecir el futuro inmediato.
Ya sea por el bien común o por términos de practicidad política, en una comunicación de riesgo, jamás asegure que el futuro será «maravilloso».
En caso de hacerlo si por el bien común, estaría mintiendo, y si lo hace por practicidad política, sus adversarios podrían revertir las aseveraciones que hizo en un pasado inmediato y que actualmente no son así.
Para entender un poco el contexto de comunicación de riesgo, contextualicemos en el presente: la pandemia.
Veamos, un ejemplo de lo que no debe comunicarse ante un futuro incierto que no depende de usted como la mutación de un virus (pero pueden ser terremotos, maremotos, etcétera):
«Los municipios de la esperanza», una mala estrategia implementada por quien hasta hace poco era el encargado de proporcionar la información a las y los mexicanos acerca de la pandemia; el otrora rockstar, Hugo López-Gatell.
Él debió enfocar sus energías comunicacionales en informar el número de contagios, muertes y medidas sanitarias que la ciudadanía debía implementar; no comunicar esperanza y certidumbre, no inmiscuirse en temas políticos ni económicos; abocarse a el tema sanitario por ser experto en el ámbito epidemiológico, médico y por ser el subsecretario de Salud del Gobierno de México.
No lo hizo, no salió más en las conferencias diarias, perdió una gran oportunidad de marcar una notable diferencia para beneficio de la ciudadanía y en términos de practicidad política, blindar al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, de cualquier ataque mediático que pudiera restarle puntos de aceptación ciudadana.
Lo sacaron de escena porque conforme avanzaba la pandemia, cada respuesta que daba (casi siempre poco técnica en términos médicos y un mucho de ideología política) era un elemento que utilizaba la oposición para sus estrategias de comunicación política que, por un tiempo, fueron efectivas y cumplieron su propósito: restarle popularidad al presidente.
Al principio, López-Gatell robó reflectores para bien, pero su fama fue efímera y después esos reflectores le sirvieron para mal.
En cuanto López-Gatell, salió de escena, el Gobierno de México comenzó con una estrategia efectiva al anunciar la vacunación masiva, programas sociales, entre otras muchas que surtieron un efecto en términos de practicidad política ( y, dicho sea de paso, en beneficio de la salud de México).
El puntaje de aprobación de López Obrador comenzó a repuntar y actualmente cuenta con poco más del 60 por ciento, nada mal para la mitad de un sexenio presidencial y nada mal para estar en un escenario totalmente adverso provocado por la pandemia.
¿Qué sí se debe comunicar en una situación de riesgo? Lo que el gobierno hace con respecto a lo que sí está en sus manos como políticas de sanidad, políticas económicas y programas de implementación inmediata.
Nadie en este mundo puede advertir una pandemia y su comportamiento; se puede informar lo que acontece y sobre todo debe informarse lo que el Gobierno hará respecto a las consecuencias (hospitales, vacunas, programas económicos) incluidas las económicas y las de sanidad.
¿Qué ha fallado en todos los gobiernos del mundo? A dos años de la pandemia, no ha existido una comunicación gubernamental eficaz para modificar e implementar hábitos de sanidad en la ciudadanía. ¿Qué falta por hacer en México? Será tema de una siguiente entrega, mi estimado lector.
México. Es consultora en Comunicación Política, Estratégica y Gubernamental. Docente universitaria y maestra en Psicología Social por la BUAP. Cuenta con estudios de posgrado por en Comunicación Política e Institucional por la UCA de Buenos Aires.