Por Javier Esquivel
El rigor académico, la severidad metodológica y la experiencia probada son los elementos fundamentales para robustecer la profesionalización de la comunicación política en México y en América Latina.
Estos tres términos también suman alta importancia cuando son adjetivos inherentes que describen al profesional que ejerce la actividad y el oficio de comunicar la política.
Es erróneo calificar de especialista o denominar experto en la materia cuando se carece de elementos tan básicos pero obligatorios como una sólida preparación universitaria, los años de aprendizaje con metodologías probadas que da la experiencia del ejercicio profesional.
Si bien es cierto que esta disciplina de las ciencias sociales es multidisciplinaria, sí obliga a contar con el dominio y práctica suficientes para entender las áreas del conocimiento en las que transita transversalmente la profesión.
El ejercicio de la comunicación política constriñe tener la experiencia probada para atender momentos álgidos de crisis o para la toma de decisiones de gran calado.
En la actualidad no es difícil encontrar personas impetuosas o que buscan un emprendimiento en la materia como tampoco lo es hallar personas que arguyen tener casi los mismos años de experiencia que su propia edad
También es sencillo observar gente entusiasta pero que su campo de conocimiento académico o su campo laboral anterior no corresponde a ninguna de las áreas que implica la comunicación política.
Si bien es cierto que el auge en América Latina por la profesión no es nuevo, si lo es el boom desmedido de nuevos consultores y escuelas digitales que imparten —sin certificación profesional de alguna autoridad educativa y sin ningún rigor académico— la enseñanza exprés de diversas áreas del conocimiento.
«Certifícate como consultor político en seis meses» rezan algunos anuncios publicitarios. Hasta ahora no hay impedimento legal para no ofrecer dicho servicio. El derecho y la libertad de vender cursos les asiste.
Sin embargo, si contrasta con la trayectoria académica, los años de docencia e investigación académica y las publicaciones indexadas o especializadas de todas aquellas personas que han dedicado décadas de estudio y práctica profesional a la materia.
La profesionalización no está confrontada con la mercantilización o la generación de una industria lucrativa de conferencistas, no obstante, es necesario tener controles de calidad y los contrapesos necesarios para construir una actividad comercial seria y profesional.
El primer paso comienza con la contratación del profesionista o de la prestación del servicio. Todo político profesional debiera pedir la misma cualidad de sus asesores especializados o de la empresa que contrata.
Otro camino simultáneo es —sin duda— el papel de las asociaciones de consultores políticos que podrían ser avales rigurosos en defensa de la profesión como lo hacen algunos colegios de especialistas.
Sin embargo, hoy existen organizaciones que buscan más hacer negocios en la materia que erigirse como reguladores. Existen sus honrosas excepciones.
Tomemos consciencia que la profesionalización, la capacitación y el nuevo aprendizaje son un hábito constante para todos los actores de esta disciplina e industria.
Usted podría no estar de acuerdo con esta reflexión. También está en su derecho. No obstante, le invito a contratar a aquellas personas que han tomado clases a través de conferencias anuales o seminarios virtuales como sus próximos asesores de gobierno o de campaña electoral.
Después me cuenta que tal le fue.

Javier Esquivel
México. Consultor internacional especializado en comunicación de gobierno, legislativa y campañas electorales. Con más de 20 años de experiencia, ha asesorado gobiernos, parlamentos y partidos políticos en México y América Latina.