Por Uriel Pérez García
Dos acontecimientos importantes reconfiguran el escenario electoral 2021. Por un lado la confirmación del registro de tres nuevos partidos políticos a nivel nacional y por el otro los resultados electorales de las elecciones en Coahuila e Hidalgo, ingredientes que desde ahora deben prender un foco de alerta para la estrategia que deberán seguir los actores políticos de cara a los comicios del próximo año.
En días recientes el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación decidió confirmar el registro a tres nuevos partidos que competirán en el proceso electoral 2020-2021, con lo que se reconfigura un escenario en el que tendremos 10 partidos políticos a nivel federal más los que compiten con registro a nivel local en las distintas entidades, lo que amplía el abanico de opciones políticas e impone el reto de cautivar el mayor número de votos ante un mayor número de participantes.
Lo anterior indudablemente implica que todas las opciones políticas apunten a dibujar una estrategia electoral adecuada que les posibilite la mayoría de escaños en la cámara de diputados a nivel federal, así como apuntar hacia el mayor número de posiciones a nivel local, en un escenario donde la canalización de emociones del electorado se enfrentará a la complejidad de la emergencia sanitaria actual.
En este contexto existen por lo menos dos elementos que ponen interesante el proceso 2021, el primero de ellos es, que por lo menos hasta hoy, no se vislumbran alianzas a nivel local que permitan visualizar una votación concentrada en determinadas fuerzas políticas, sino por el contrario en algunos casos los partidos políticos apostarán por ir solos a la contienda, sobre todo en aquellas entidades que no se disputan la titularidad del poder ejecutivo, ya que este será una especie de ensayo que les permitirá medir su capital político de cara a la renovación de sus gubernaturas.
En esta misma tesitura, lo sucedido en los procesos locales de Hidalgo y Coahuila inyectan un espíritu de ánimo a las diferentes fuerzas políticas que en un primer momento han visto que no incidió de manera significativa la influencia del partido en el gobierno federal, manteniendo este coto de poder las fuerzas locales.
En segundo lugar está la salida del primer plano de la figura de Andres Manuel López Obrador, que en 2018 fue un factor determinante para obtener un mayor número de triunfos en el terreno local con candidaturas que por sí solas no hubieran podido posicionarse en escaños o presidencias municipales.
En otro sentido pero muy de la mano a lo anterior, el desencanto precisamente derivado de quienes aún con las siglas del partido en la presidencia de la República no han podido gobernar será un factor en contra para mantener o incrementar el nivel de votación que posibilite mantener la mayoría en la Cámara de Diputados federal.
Desde esta óptica, MORENA tiene de entrada dos dificultades no menos complejas que juegan en su contra, en primer lugar, a nivel federal la visible fractura que se ha manifestado en los últimos meses y que se ha acentuado a partir del proceso de renovación de su dirigencia evidentemente tendrá sus repercusiones en la reconfiguración al interior si no se opera con sensibilidad el reacomodo de las distintas fuerzas que jugarán sus cartas en las candidaturas del próximo año.
En este mismo sentido, tenemos que a nivel municipal, la definición de los mejores perfiles será fundamental para ganar el mayor número de ayuntamientos y sobre todo mantener un mayor número de votos que se reflejen en esta ocasión en una votación que incida desde lo local a lo federal, es decir, a la inversa de lo sucedido en 2018 donde la presencia de Andrés Manuel López Obrador en la boleta, permitió llegar a los gobiernos municipales a candidatos y candidatas con escasa trayectoria política.
Desde esta perspectiva, en esta ocasión el escenario será distinto, ya que independientemente de las estrategias de comunicación política que quiera emprender el presidente de la república para incidir en la percepción ciudadana con clara intención de influir en las preferencias electorales, debe quedar claro que en esta ocasión no se votará por ese liderazgo político, lo que desacelera el sentido de votación de manera personalizada, es decir no jugará esta vez el llamado “efecto AMLO” de manera directa.
Por otra parte un factor que no se debe soslayar, es que aun y cuando la concurrencia de elecciones federales con locales ha incentivado la participación ciudadana sobre todo en aquellas elecciones llamadas “intermedias” donde solo se renueva la cámara de diputados federal, en esta ocasión se puede suscitar un escenario de menor participación ciudadana por el contexto generado por la pandemia, un mensaje claro se vio en la baja participación de las citadas elecciones locales, además de no soslayar lo sucedido en la denominada “segunda ola” del COVID-19, que podría incrementar las restricciones con sus evidentes repercusiones en la arena electoral.
En este aspecto no puede pasar desapercibido que a reserva de las 15 entidades donde habrá renovación de ejecutivos locales, es probable que en el resto de las entidades se dibujen candidaturas sin alianzas totales, quizá apostarán a coaliciones parciales o candidaturas comunes, esto con la prospectiva de medir su capital político de cara a las elecciones de gubernaturas en 2022 y 2023.
Al fin y al cabo, los partidos saben que las coaliciones ya no les reditúa en votos de manera directa como en otros tiempos, por lo que tendrán que trabajar de cualquier modo para mantener o incrementar su votación y en el caso de los de reciente registro, para conservar el mismo.
En perspectiva, el abanico electoral que competirá en los próximos comicios, debe apostar por una estrategia de reposicionamiento desde lo local, ya que sin duda la elección de gobernantes municipales y locales siempre se refleja en un mejor ánimo de participación electoral. Sin embargo para que esto pueda catapultarse aun con lo que vivimos actualmente, será sumamente indispensable cuidar la selección de candidaturas.
Queda claro que el reto para todas las opciones contendientes en el presente proceso electoral, será ofrecer un programa político con perfiles legítimos que tengan la suficiente calidad moral para ganar las elecciones, pero además será fundamental la estructura construida a partir del trabajo constante con los diferentes comités y grupos que en la mayoría de ocasiones son volteados a ver solo durante los procesos electorales y olvidados por el resto del tiempo.
Si bien es cierto que no debe soslayarse el desencanto en algunos ayuntamientos encabezados por MORENA, tampoco se debe ignorar la falta de capacidad de los demás partidos para erigirse en auténtica oposición, por lo que en este escenario el llamado voto duro de cada partido jugará un papel importante como estrategia electoral, ya que en la esfera del llamado voto circunstancial y de los votantes indecisos, en nada ayuda el contexto de incertidumbre económica y de salud pública que ningún orden de gobierno ha sabido manejar adecuadamente.
Desde esta óptica, el fantasma del abstencionismo recobra protagonismo, puesto que puede ganar terreno si las y los ciudadanos deciden inclinarse por no salir a las urnas el domingo 6 de junio, desmotivados además por la falta de propuestas en este abanico de colores políticos que no logra reflejarse en auténticas propuestas que representen a la sociedad.
Aquí vale la pena recordar que uno de los principales alicientes del alto grado de participación en los comicios de 2018 fue precisamente este lado emotivo de los votantes que encontraron una vía para canalizar el resentimiento y hartazgo ciudadano hacia los gobiernos anteriores y que fue hábilmente catapultado por un liderazgo que ofreció esperanza con un modelo totalmente distinto hacia la política tradicional creando incluso una relación afectiva con los votantes.
Sin embargo más allá del modelo discursivo adecuadamente manejado para mantener ese resentimiento a las viejas prácticas, lo cierto es que en el terreno de los hechos, poco se ha demostrado de distinto a los gobiernos anteriores, por el contrario pareciera que se reconfigura el otrora presidencialismo con estas facultades “metaconstitucionales” que en algún momento nombró Jorge Carpizo y que ahora se alimentan de un innegable alto grado de legitimidad.
Lo que no se debe perder de vista es que esta legitimidad sigue girando en torno a un liderazgo y no a un partido político que por el contrario se ha visto más desgastado, sobre todo en esa percepción de decepción principalmente en el ámbito municipal donde se dibuja un desencanto causado por quienes aún con las siglas morenistas, no han podido aterrizar un proyecto de gobierno cercano a la ciudadanía y con resultados que siquiera se acerquen un poco a las expectativas de cambio votadas en 2018, lo que inevitablemente será un factor en contra para mantener o incrementar el nivel de votación.
En suma, todos estos elementos tienen un papel preponderante puesto que si se desestima el denominado “efecto AMLO” que permitió obtener triunfos impensables, en esta ocasión se jugará una situación a la inversa, donde los comicios locales pueden influir negativamente en la votación federal que representa un punto frágil para el proyecto de la denominada “4T”, dado que podría perder esta mayoría en la cámara federal, tan necesaria para la consolidación de la segunda mitad de gobierno.
Lo sucedido en Hidalgo y Coahuila no se puede tomar de manera directa como la antesala de la elecciones 2021, sin embargo si es un foco de alerta sobre todo para el gobierno federal en el sentido de que será más complicado mantener la mayoría, en esta ocasión AMLO no estará en campaña y las autoridades electorales deben poner especial cuidado de sus maniobras.
Por otro parte, los demás partidos deben apostar a campañas innovadoras y a voltear hacia sus estructuras debido a que en un escenario de baja participación provocado por la pandemia presente, aunado a una visible fragmentación del voto, el llamado voto duro jugará un papel preponderante que definirá en muchas latitudes la contienda electoral.
México. Licenciado en Ciencias Políticas con maestría en Comunicación Política, especialista en desarrollo democrático y sistema político y electoral.