La posverdad y las fakenews son una amenaza, se han convertido en una verdadera pandemia, pues a contrapelo de todo pensamiento racional, buscan poner la percepción por encima de la realidad y eso es sumamente peligroso, no solo para la democracia, sino para la historia, la construcción de ciudadanía, el equilibrio psicológico personal y en el extremo, para el exterminio de eso que conocemos como sentido común, que como vemos, no es tan común y no se trata más que de la lógica elemental del pensamiento humano.

En la era de la Comunicación Política 4.0 los gobiernos que intentan convencer a la ciudadanía de que la realidad (verdad) no es la que viven sino lo que ellos pretenden hacerles percibir a través de posverdades y noticias falsas, ponen en riesgo la viabilidad de los regímenes democráticos.

El talón de Aquiles de las democracias modernas son los gobiernos populistas que amenazan por todas las latitudes los valores de libertad, tolerancia y legalidad. Igual que en la Grecia antigua, la democracia fue exterminada por la demagogia, encabezada por esos grandes oradores que convencían a sus escuchas con elocuentes discursos pronunciados en la plaza pública; hoy los líderes populistas son los que le están pegando duro a los cimientos democráticos.

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En nuestros tiempos, no se trata de políticos que sean precisamente grandes oradores, pero que con discursos polarizantes de la sociedad, la difusión masiva de sus mensajes a través de las redes sociales y la ayuda de intermediarios llamados influencers, replicados por sistemas automatizados de cuentas artificiales conocidos como bots, logran el mismo efecto, engañar a la gente y claro, que esta no se sienta engañada.

Pero ¿por qué ocurre esto?, y más importante, ¿hay forma de ponerle un limite para evitar que esta combinación acabe con las democracias en el mundo?

Veamos primero por qué ocurre. Son varios los aspectos que cuentan:

  • Primero, la base de la comunicación en redes es emotiva y por lo tanto muy atractiva;
  • Segundo, existe la idea de democratización de los contenidos, de ahí que la percepción del ejercicio de la libertad está muy presente;
  • Tercero, el mundo se simplifica en ideas y pensamientos sencillos, la mayoría de las veces dicotómicos, asequibles de forma fácil en la emoción y la mente de los ciudadanos;
  • Cuarto, la fama y la popularidad parecen estar al alcance de todos;
  • Por último, la repetición generada por la viralización en las redes provoca un efecto de fácil «aprendizaje» en las personas. 

Pero ¿qué se puede hacer? Lo primero es reconocer que lo virtual es real y en esa lógica se debe dar la justa dimensión a los mensajes, tendencias y memes, porque tienen un impacto en la ciudadanía.

Segundo, se deben contrastar la mentiras con la verdad en las mismas plataformas en las que circulan las fakenews, ahí la tarea de la ciudadanía informada y organizada, de las oposiciones y los grupos de interés, es fundamental; 

Tercero, aunque las políticas de las empresas de redes sociales han avanzado en los mecanismos de prevención de la proliferación de las noticias falsas (lo cual es ampliamente complejo si pensamos que se trata de tener un equilibrio entre dos derechos, la libertad de expresión y el derecho a la información), no es suficiente, se requiere de la discriminación de los usuarios.

Cuarto y por último, pondría un principio básico de la comunicación política, esta sigue siendo una disciplina que se deriva de la política, no hay comunicación si no hay hechos, acciones, resultados, programas o logros; los profesionales de esta disciplina, las figuras públicas, los políticos, los partidos, deben recordar esta regla sin dejar de utilizar de forma inteligente, responsable y estratégica los beneficios de las redes sociales, privilegiando la sustancia.

No se trata de una posición moralista o de reprobación, tampoco de renunciar a sus ventajas y beneficios. El reto para quienes ejercen la comunicación política es lograr comunicar la verdad de forma emotiva y asertiva, porque además se enfrenta un manejo bivalente (perverso) de la información que hacen quienes concentran el poder, para acusar de productores de fakenews a quienes les critican, tratar el de restar legitimidad a estos.

Hoy son pocos los países que cierran sus fronteras cibernéticas a la información, esa es una característica del siglo pasado, ahora, la principal barrera para conocer la verdad son las burbujas de posverdades en las que muchos seres humanos están atrapados.

La infodemia desatada durante la epidemia del Covid-19 en todo el mundo es un claro ejemplo de ellos, pues  ha dejado al descubierto el potencial de proliferación de las mentiras y con ello ha puesto en riesgo la supervivencia de las democracias de todo el planeta, pero sobre todo, la vida de las personas.

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En México esta pandemia se topa con la pasión de la sociedad mexicana por la mentira, como lo describió Octavio Paz, y eso, es el coctel destructivo de lo que nunca llego a ser una democracia plena, por lo menos en el imaginario social. La posverdad está llevando a este país directo a lo que se supone ya no se quería: el autoritarismo.

Y ejemplos de ello sobran: «se rifa un avión» que no se va a rifar, se «elimina el fuero al presidente» pero no se le quitó, «disminuye la violencia» que no deja de crecer, «se doma una pandemia» que no está bajo control y sigue costando miles de vidas, «se protege el ambiente» cuando se eliminan las energías limpias, y un gran etcétera.

Sin duda, el reto para los ciudadanos es aprender a utilizar las «benditas redes sociales» para evitar que la posverdad se imponga en la percepción de la ciudadanía. #CuidadoAhí

Viviana C. Mondragón Lazo

@ViviMondragonL

México. Apasionada de la política y la comunicación. Especialista en política parlamentaria. Comunicar es emocionar; importa más lo que entiende la gente, que el mensaje que usted quiera decir.

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