por Leonardo Ríos
La crisis de inseguridad, ocasionada por la escalada de violencia del crimen organizado que azota a México desde el 2006, ha llevado a que mediáticamente a las acciones de combate por parte de las fuerzas del Estado contra las organizaciones delictivas, se le catalogue como una guerra, la Guerra contra el Narcotráfico.
Aunque dentro del discurso oficial del gobierno federal encabezado por el Presidente, Andrés Manuel Lopez Obrador, no hay una guerra, sino un proceso de pacificación, en la cruda realidad, la situación que se vive es de una auténtica guerra: zonas despojadas y arrasadas, combates encarnizados, ejecuciones al por mayor, atentados contra funcionarios y mucho más.
Partiendo de esta premisa de guerra, una de las más importantes áreas de operación de las organizaciones en combate, es un formato de propaganda desde la comunicación política, y ahora, esta comunicación se desarrolla en las plataformas digitales, redes sociales, aplicaciones de mensajería instantánea, sistemas de streaming entre otras.
La lucha en esta trinchera es el posicionamiento del mensaje.
El crimen organizado tiene por objetivo permear temor en la sociedad y así poder tener un margen de libertad de acción en sus actividades ilícitas. Para con la población más joven, por otro lado, buscan con un tono más sutil, justificar sus acciones y exaltar su estilo de vida, para llenar sus filas con nuevos reclutas.
Los criminales han encontrado principalmente en las redes sociales su canal más eficaz para la difusión de sus mensajes; son tan buenos para ello, que han desarrollado la habilidad para «hablarles» de manera muy particular a sus diferentes públicos.
Pongamos un ejemplo muy reciente en particular, el video de presunta autoría por Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) con su «Grupo Élite», donde se pudo observar una enorme cantidad de vehículos blindados, armamento pesado y lo más peligroso, criminales con un enorme grado de fanatismo por su líder y su organización.
Hablando técnicamente, en dicho material un mismo mensaje se puede interpretar de manera distinta dependiendo del segmento de su público objetivo. Frente a las instituciones de seguridad (ya sean locales o federales) tratan de imponer su fortaleza, demostrando su capacidad «superior» de fuego; frente a la sociedad buscan generar miedo, verse como verdaderos jinetes del «apocalipsis» para tener el derecho de ser los amos de la tierra que pisan; para con los jóvenes y adolescentes, buscan idealizarse, los invitan a ser como ellos, les ofrecen poder, dinero, armas… y hacia con las demás organizaciones criminales también buscan figurarse como el principal cártel del país, «demostrando» que pueden poner en jaque al gobierno y que son un rival imposible de vencer.

Aunado a esto, la Narco Cultura en México en los últimos años ha tenido un crecimiento exponencial: series en plataformas como Netflix, la industria musical de los narco corridos difundida en Spotify, y hasta enormes cantidades de ebooks sobre biografías de capos de la droga, todo dirigido a reforzar (consciente o inconscientemente) la imagen de los cárteles y sus integrantes.
El problema no para ahí. Sus acciones propagandísticas logran lo que cualquier comunicólogo o mercadologo pretendería conseguir con su trabajo: que su contenido impacte, se viralice y que el mismo público genere sus propios materiales a partir del mensaje original.
Se puede ver que en Facebook abundan cantidades enormes de grupos y páginas relacionadas al crimen organizado —utilizados para difundir contenido e inclusive hasta para reclutar—, donde abundan videos e imágenes de narco-fiestas, enfrentamientos, ejecuciones, material musical de autoría casera sobre las «hazañas» de los capos.
En Instagram, hay perfiles públicos que recopilan y difunden las fotografías de la «gran vida» de los capos y sus familias, con autos de lujo, armas bañadas en oro, animales exóticos como mascotas. En los websites tenemos el clásico ejemplo del «Blog del Narco» donde abundan textos sobre historias, relatos y testimonios del mundo del narcotráfico.
En WhatsApp, a través de los chats de grupo se difunden fakenews, videos, audios, etc, alcanzando altos grados de eficacia como en el «Culiacanazo», en 2019, donde durante y posterior al enfrentamiento, circularon enormes cantidades de contenido para atemorizar a los pobladores y amenazar a los militares y policías.
Es más que evidente, que el crimen organizado sabe y conoce bien el valor de la comunicación, el poder de la imagen y de la eficacia de la propaganda. Se han vuelto unos verdaderos expertos que los sitúa en una incuestionable posición de ventaja.
Haciendo un ejercicio de análisis crítico deberíamos preguntarnos: ¿Qué hacen las instituciones de seguridad del Estado en esta trinchera? ¿Van ganando o van perdiendo? Desde la Secretaría de la Defensa Nacional, la Secretaría de Marina, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, ¿Qué acciones se llevan a cabo para ganarle terreno propagandístico a los criminales? ¿Qué mensaje se quiere posicionar?
Preguntas pertinentes para la reflexión en el contexto de una verdadera guerra de la propaganda y la comunicación política y social.
México. Especialista en Comunicación Política y Seguridad. Estratega de contenidos y analista de información para proyectos públicos y privados.