Los profesionales en comunicación juegan un papel fundamental en eventos de crisis, incluso, me atrevería a decir que su rol a veces es hasta más importante que la autoridad misma, y quizá suene desproporcionado el comentario, pero la reputación de los máximos dignatarios y dignatarias, depende mucho del trabajo de comunicación.
Hoy, América Latina vive una paranoia sanitaria donde la paciencia ciudadana se agota por el descontrol de la epidemia, pero la exacerbación aumenta por el desencuentro de la comunicación.
En Ecuador, el 29 de febrero de 2020, fecha en que se confirmó el primer caso de COVID-19, también es la fecha donde las fuentes oficiales empezaban a operar bajo una maraña de caminos, ofreciendo información y datos con mensajes distintos, lo que generaba confusión en una colectividad asustada.
A partir de esa fecha, se ha proporcionado información que no se acentúa con la realidad, datos poco creíbles e información que se desmiente por el clamoreo de gente que denuncia cientos de muertes no registradas por el Comité de Operaciones de Emergencia Nacional, y que la opinión pública lo relaciona con el coronavirus.
No vamos a ahondar en la búsqueda de problemas sino en la descripción del manejo comunicacional por parte del Gobierno ecuatoriano, y que hoy padece de una invalidada presencia de un liderazgo rector.
Esta crisis sanitaria pone en evidencia una mala conducción de la información oficial, y esto se demuestra por la descoordinación de datos, y en este punto, es necesario mencionar que, existe todo un eje central de comunicación desajustado entre los altos mandos del estado con los gobiernos locales.
Es evidente que existe una comunicación de crisis, pero lo que aún no es visible, es que podría convertirse en una comunicación de riesgo, pues el liderazgo de una representación gubernamental que calme a una población cada día más desesperada, no llena las expectativas ciudadanas si no se muestra transparencia en la información.
La transparencia vendría a significar un principio básico en el manejo de la crisis, pero hoy representa nulidad: con el pasar de los días los datos son cada vez menos creíbles. No existe concordancia en el número de casos en territorio. No se observa un control de la situación. No existe conectividad entre el Estado ecuatoriano y los gobiernos locales; y la lista sigue.
Las crisis también deben ser aprovechadas para incrementar la aceptación popular, y el gran responsable para que exista una operatividad con resultados positivos, es la comunicación.
El problema no solo se refleja en la falta de liderazgo y la no transparencia de la información, a ello se suma el poco profesionalismo de los comunicadores del gobierno, pues notoriamente están cumpliendo el papel de repetidores de la información, pues los conceptos no son transmitidos de forma clara para el entender ciudadano. La decodificación de información ha sido un trabajo para los medios privados.
Necesitamos de liderazgos rectores y no me refiero de políticos, sino de comunicadores que brinden confianza en el conjunto operativo y difusivo, pues la incertidumbre que existe actualmente, se debe por la no transparencia de la información y el aislamiento de la comunicación.
Hoy se trabaja a ciegas, donde la comunicación labora bajo una descoordinación como eje central de la información. No existe un liderazgo operativo que unifique los mensajes emitidos por las distintas carteras del Estado y logren calmar a una población que empieza a notar problemas de salud mental.
Está correcto que los difusores de la información hayan implementado una estupenda campaña de comunicación sobre las medidas de prevención, la gente lo entendió en gran manera y aplausos por ello, pero el Goliat de la Comunicación debe ser siempre un correcto manejo de crisis.

Ecuador. Comunicador, productor audiovisual, especializado en consultoría y campañas políticas.
Felicitaciones por hablar la pura verdad. Es lo que sucede hoy en la actualidad, especialmente en Ecuador