Por Lorena González Boscó
En la entrega pasada se hizo referencia sobre la incursión de la ComPol en los albores del cine, donde las primeras cátedras sobre ello nos las dieron los hermanos Lumière, un incipiente Hollywood y el general de la Revolución mexicana Francisco Villa. Este segundo apunte se lo dedicamos a quién rápidamente entendió que el cine sería una de sus mejores herramientas para la propaganda política: el nazismo.
Viva Villa (1934) fue una de las cintas favoritas del Führer quien desde muy temprana edad supo de la potencialidad didáctica del cine, al ver una película educativa sobre enfermedades de transmisión sexual entre sus 16 y 17 años, según narra Peter Demetz, autor del libro “Dictadores en el cine: Lenin, Mussolini, Hitler, Goebbels y Stalin” en una entrevista para la DW.
Este hecho se podría considerar como una de las razones para utilizar el cine como una de las principales herramientas de propaganda política de la época, pero el mérito, si bien es del nazismo, no es propiamente de Hitler, sino de Joseph Goebbels, ministro de Ilustración y Propaganda Política del Tercer Reich.
La idea entonces era replicar bajo el esquema de la narrativa de Hollywood películas alemanas de guerra, pero desde una perspectiva civil y con una técnica del cine mudo escandinavo; pero el asunto no marchó con el impacto esperado en comparación de las películas de la época producidas por los británicos o los estadounidenses, pues el cine alemán fue demasiado solemne y poco empático a su audiencia y mientras Goebbels caminaba en este sentido, por su parte Hitler veía en el cine la oportunidad para construir su propia auto concepción biográfica.
Posteriormente, la ruta de Goebbels fue trazando un camino para el escapismo y el fortalecimiento de la moral del pueblo alemán basada en la teoría de que si Alemania perdió la I Guerra Mundial fue porque la gente estaba anímicamente derrotada, y sobre esta idea se produjeron las películas: La Victoria de la Fe (1933) o El Triunfo de la Voluntad (1935), la cual es reconocida como uno de las mejores cintas de propaganda política de todos los tiempos.
Cabe destacar que cuando ascendió el partido Nazi al poder (1930) la mayoría de actores, directores y productores cinematográficos emprendieron el vuelo hacia otras latitudes, lo que puso momentáneamente en jaque a la industria del cine alemán, pero el Estado no tardó en recomponer al sector, pues sabía de sus alcances y no faltó para ello voluntad política, o presupuesto, para echar a andar de nuevo ese engranaje que fuera fundamental para engrasar la maquinaria nazi.
La cantidad de material filmado durante la época del nazismo ha dado para la producción de cientos de documentales que por 75 años nos han venido contando su historia, ya sean producidos por NatGeo, la BCC, la DW, TV5 de Francia o financiados por la comunidad judía. El punto es la permanencia del mensaje por tanto tiempo en el imaginario colectivo, quizás no como Hitler y Goebbels pretendieron dejar el legado de lo que fue la Alemania Nazi, pero sí quedaron inscritas en cientos de cintas las bases metodologías para hacer desde la ComPol propaganda política dedicada a pueblos carentes de esperanza o moral desatendida.
Nota al calce: Durante muchos años he sido asidua espectadora de documentales de la Alemania nazi, con el afán de construir mi comprensión sobre los hechos de entonces y la mirada sobre su lamentable repetición con otros matices y, en cada uno de ellos, me sorprende que aún descubro imágenes nuevas.

México. Es licenciada en Comunicación y maestra en Relaciones Internacionales por la UNAM. Consultora en Comunicación Educativa y Monitoreo de Medios; su pasión, la formación universitaria. Contacto: lgobo@unam.mx