En diversas reuniones políticas en una Argentina cercana a un nuevo proceso electoral, sobrevuela la palabra «incertidumbre», sí, así es como parecería que se viene definiendo, o no definiendo lo que se aproxima.
En las elecciones de 2015, se terminó de configurar un electorado que eligió un frasco de mayonesa por sobre lo político. ¿A qué me refiero con esto? Cambiemos, con la acertada estrategia de Duran Barba, pudo construir desde la abstracción: «cambio», «revolución de la alegría», «sí se puede», instalando un marketing y consumismo electoral de querer tener algo que no sé cómo o para qué se usa. Pero crearon la necesidad. Y ganaron.
Del otro lado, la «justicia social», «la dignidad de los trabajadores», «la consolidación de conquistas sociales», en fin, Peronismo. ¿Pudo sonar arcaico? ¿Repetitivo? ¿Aburrido sin globos amarillos? Hace un tiempo, el politólogo Mario Riorda sostenía en un análisis que las campañas electorales habían muerto, al menos como se conocían. En el caso de nuestro país siento que se cerró el cajón en el mismo momento que empezaba el baile en el balcón de Casa Rosada, recién asumido el Gobierno de Mauricio Macri.
¿ES UN MUERTO QUE NO PARA DE NACER?
Siempre me gustó pensar en la vida después de la muerte o será que elijo quedarme con la parte más optimista, que cuando algo se termina es para empezar a crear algo nuevo. Hace poco, en una charla que ofrecí a un centenar de militantes peronistas, pregunté al aire ¿Cómo llenamos de política esos frascos de mayonesa que le vendieron a más de la mitad de los argentinos? En otras palabras, en cómo interpretamos este tiempo histórico y nos aggiornamos sin perder la identidad.
Son momentos para construir métodos distintos que se consoliden detrás de una estrategia clara alejada de los personalismos y de la individualidad del sujeto. Tenemos que lograr construir una receta basada en la empatía, en la certidumbre de que se puede vivir mejor con políticas públicas eficientes, que se puede volver a tener un país productivo que genere puestos de trabajo, una receta de esas que nos dan orgullo decir ¡la hicimos nosotros! Una receta que busque recuperar el ejercicio de la Soberanía popular y que sea capaz de ser realizada con otros y otras.
El capitalismo vino a transformar las prácticas sociales en mercancía, lo que pasó en 2015 es un reflejo de lo que se venía gestando hace décadas: concebir al pueblo como un mercado que se conduce con marketing político, campañas por WhatsApp y videos montados. Pero cuando queda el «como si» y no hay política el relato se cae. Estamos viviendo la caída estrepitosa de la revolución de la alegría, porque hace tiempo que el pueblo empezó a descubrir que los frascos eran sólo frascos.
Está en nosotros y nosotras barajar y dar de nuevo. No pasa por discutir las herramientas que nos dan las nuevas formas de comunicar, no es que debemos alejarnos de ellas porque están carentes de contenido o banalizan lo político. Hay que sumar esas herramientas, pero no quedarnos sólo con ellas, sino es necesario llenar esos frascos de la certidumbre de lo concreto. Volver a poner la centralidad en lo político.
Es momento de repensar estrategias, de planificar, de volver a poner en escena la discusión del proyecto de país que queremos. En un año electoral hay que cambiar el “veremos qué pasa” por el “hagamos que pase”. Llegó el momento de asumir ese desafío.
Marina Pustilnik
Genia